segunda-feira, 8 de fevereiro de 2016

RESPUESTA


Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras. 
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente. 
Que tú me entendieras a mí sin palabras 
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte, 
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes. 
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible, 
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte. 
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve. 
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma, 
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese. 
Criatura también de alegría quisiera que fueras, 
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas 
y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil, 
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros, 
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...

Si ahora yo te dijera 
que es tu vida esa roca en que rompe la ola, 
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste, 
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha, 
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...

Si yo te dijera estas cosas, amigo, 
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente, 
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos? 
Y ¿cómo saber si me entiendes? 
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos? 
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte? 
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna, 
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

_________________________________________

RESPOSTA

Quisera que me entendesses sem palavras.
Falar-te sem palavras, como se fala à minha gente.
Que a mim me entendesses sem palavras
como eu entendo o mar ou a brisa enlaçada num álamo verde.

Perguntas-me, amigo, e não sei responder-te;
há muito que aprendi fundas razões que não entendes.
Revelá-las quisera, pondo o sol invisível em meus olhos,
a paixão com que a terra doura seus frutos ardentes.

Perguntas-me, amigo, e não sei a resposta que hei-de dar-te.
Sinto arder louca alegria nesta luz que me envolve.
Quisera que a sentisses também a inundar-te a alma,
quisera que a ti, no mais fundo, também te queimasse e te ferisse.
Criatura também de alegria eu quisera que fosses,
criatura que chega por fim a vencer a tristeza e a morte.

Se agora eu te dissesse que havia de andar por cidades perdidas
e chorar em suas ruas escuras por se sentir débil,
e cantar sob uma árvore de estio os teus sonhos sombrios,
e sentir-te feito de ar e nuvem e erva muito verde...

Se agora eu te dissesse
que é tua vida essa rocha em que as ondas se quebram,
a própria flor que vibra e se enche de azul sob o claro nordeste,
aquele homem que vai pelo campo nocturno com uma tocha,
o menino que açoita o mar com a mão inocente...

Se eu te dissesse, meu amigo, estas coisas,
que fogo porias em minha boca, que ferro incandescente,
que odores, cores, sabores, contactos, rumores?
E como saber se me entendes?
Como entrar em tua alma, quebrando o seu gelo?
Como fazer-te sentir a morte vencida para sempre?
Como penetrar em teu inverno, levar o luar à tua noite,
Pôr em tua escura tristeza labaredas celestes?

Sem palavras, amigo; tinha que ser sem palavras
para tu me entenderes.

José Hierro
(1922-2002)
Tradução de José Bento.

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